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La vitivinicultura argentina goza de buena salud gracias a las excelentes y variadas condiciones ambientales para la producción, el conocimiento acumulado de más de cien años y, sobre todo, una ambición que se renueva. En la zona de Alto Agrelo, cerca de la ciudad de Mendoza, hay un ejemplo claro de ese deseo de superación permanente. Allí, a 1.070 metros sobre el nivel del mar, la bodega Argento cuenta con 230 hectáreas bajo certificación orgánica en las que realiza una viticultura de precisión, y ahora avanza en un programa de prácticas agroecológicas para aumentar la biodiversidad ambiental y que toda una filosofía de trabajo decante en vinos cada vez mejores.
Argento es parte del grupo Avinea, principal productor orgánico de la Argentina, con 355 hectáreas de viñedos certificados en Mendoza y el proyecto de llegar pronto a las 650 hectáreas en producción en esa provincia. La finca de Alto Agrelo, en el departamento de Luján de Cuyo, fue creada en 2010 sobre tierras vírgenes. Desde el comienzo rigió la decisión de buscar la máxima precisión en el uso de los recursos, para lo cual se realizó un profundo estudio del ambiente con calicatas, imágenes satelitales y análisis de suelos, y se dividió la finca en 75 lotes. Para cada textura de suelo, una variedad, una densidad de siembra, un volumen de riego y un manejo distintos. El 80 por ciento de la uva producida es Malbec y el resto se divide en las variedades Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Semillón, Chardonnay, Petit Verdot y Syrah.
Doce años después, se observan los resultados de un sistema consolidado pero en estado de mejora permanente. Por tratarse de una producción orgánica, las malezas se controlan de forma mecánica con modernas máquinas. Además, el 50 por ciento del fertilizante empleado es guano de cabra o de bovinos alimentados en pasturas. También utilizan orujo compostado proveniente de sus bodegas. En materia de micronutrientes como boro y zinc no hay limitaciones para el uso siempre y cuando cuenten con certificación orgánica, y en cuanto al nitrógeno, bajo este esquema solo se puede aplicar 50 kilos por hectárea al año.
Avance hacia la agroecología
Para redoblar la apuesta, ahora buscan avanzar en prácticas que mejoren el ambiente aumentando la biodiversidad. La Ing. Agr. Cecilia Acosta, gerenta de viñedos de la empresa, explica que para eso están estudiando la dinámica de las especies. “La clave es caminar el viñedo, conocer las malezas, las plagas… Se requiere un conocimiento agronómico muy profundo del lugar”, remarcó. A este proyecto, que cuenta con un estartégico apoyo de la Universidad de Cuyo, lo llamaron Matriz Viva.
Uno de los ensayos que realizaron fue, por ejemplo, sembrar festuca entre las hileras de espalderos para competir con las malezas. Error: ahora no saben qué hacer con la festuca.
El nuevo intento es con diversas flores de la región, y ya empiezan a aparecer resultados interesantes. La Grazania nivea les brinda un buen control de nemátodos y control de malezas. Achillea filipendulina alberga a diversas especies de insectos benéficos -predadores, parasitoides y polinizadores- y sirve de alimento alternativo para hormigas y pulgones, además de competir con las malezas en primavera.
Por supuesto que aun quedan múltiples desafíos en este camino. Uno de ellos es conocer más la dinámica de las hormigas para transformarlas de enemigas a aliadas aliadas para la promoción de la biodiversidad.
“Buscamos tener suelos vivos, potenciar la red subterránea, que es central en los vinos de terroir, tener un sistema radicular profundo”, explica desde el costado de una calicata Juan Pablo Murgia, gerente de enología del grupo, y detalla que el 60 por ciento de las raíces de la finca se encuentra a un metro de profundidad, una muy buena señal en plantas de solo doce años de antigüedad.
En ese logro, el riego digitalizado, con sensores de humedad de suelo y de plantas, juega un rol fundamental. La finca extrae el agua de las napas con una bomba y cuenta con una reserva en su parte más alta, desde donde salen las mangueras que permiten llevar la cantidad de milímetros exacta que necesita cada lote en cada momento. “Regar es un arte, es lo más difícil de todo, cuando hay ciencia aplicada e información, regás mejor”, asegura Murgia, y advierte que la crisis hídrica “ya es la normalidad”. “Los viñedos que no tecnifiquen el riego van a tener complicaciones”, dice.
Por qué hacerlo
La cosecha de las uvas es mecánica, salvo en los lotes destinados a vinos de alta gama, un segmento en el que Argento viene creciendo. Los rendimientos son variados y no tiene sentido compararlos porque cada lote persigue diferentes objetivos, pero en las zonas más bajas el promedio es de 14 toneladas por hectárea. Se trata de volúmenes similares a los de la producción no orgánica. Los costos, por su parte, son similares o más altos, porque aunque no se utilizan insumos químicos el sistema requiere una alta intensidad de mano de obra y tecnología.
Entonces, ¿por qué hacerlo? Una ventaja se puede observar en las botellas, que cuentan con varios sellos que valorizan el producto en la góndola: producción orgánica, producción sustentable, incluso uno que indica que es “fair trade”, es decir, comercio justo. Pero el mayor beneficio es para el ambiente y, sobre todo, para el consumidor, porque es a través de las prácticas productivas que los vinos lograrán expresar plenamente su carácter. “Estamos convencidos de que nos va a dar una mejor expresión, un mejor carácter. Por ejemplo, en los berries está demostrado que lo orgánico logra más concentración de polifenoles”, comenta Murgia.
Habla el paladar
Para constatar que van por buen camino están las palabras conocedoras de Sebastián Casabé, sommelier formado en el Centro Argentino de Vinos y Espirituosas (CAVE), tras degustar cada uno de los vinos provenientes de la finca. “En todos los vinos prepondera el carácter frutal, la tipicidad varietal, es decir que se puede vislumbrar la variedad con la que está elaborada. Tienen una excelente acidez natural, son vinos muy frescos”, afirmó, y luego se detuvo en dos vinos en particular. El Single Vineyard Chardonnay cosecha 2021, que va a salir pronto a la venta, es, en palabras de Casabé, un vino muy elegante, muy sutil, con muy buena frescura en el medio de boca y muy delicado. “No es especialmente aromático al principio pero al pasar los minutos muestra notas muy sutiles a durazno blanco, a cáscara de limón… Tiene un enorme potencial de guarda”, asegura.
Y por el lado de los tintos, el sommelier resalta el Argento Estate Collection, un blend de Malbec y Cabernet Franc. “Tiene la típica concentración frutal del Malbec, en la que se denota muy bien la fruta ligeramente madura, la ciruela y otras frutas negras de carozo, es ancho en el medio de boca pero con un toque más desafiante que otorga el Cabernet Franc, que brinda una nota a pirazina, a pimiento verde, y además le entrega un tanino que aporta estructura y textura”, describe.
Son palabras para gente con paladar, pero nadie puede negar que invitan a descorchar.
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