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Según una reciente encuesta realizada por el Departamento de Agricultura de Precisión del INTA Manfredi sólo un 29% de los encuestados calificó como buena su calidad de conexión a la internet.
Una de las maneras más contundentes para poner de manifiesto los beneficios de la digitalización es recordar cómo viajábamos antes que la misma llegara a nuestras vidas. El kit básico de un turista baby boomer consistía en múltiples mapas desplegables (imposibles de volver a ser retornados a su diseño original), voluminosas guías (que nunca eran suficientes) sumadas a infaltables fotocopias con recomendaciones y sugerencias de amigos. A todo ello había que agregarle una pesada cámara fotográfica, una videocámara, rollos y casetes adicionales más baterías de repuesto. Por supuesto que toda esta parafernalia no evitaba que nos perdiéramos y tuviéramos que practicar nuestras habilidades lingüísticas para consultar cómo llegar a tal famoso monumento o encontrar el regreso a nuestro hotel.
Los primeros GPS simplificaron nuestra vida notablemente. Aquel fue el primer paso de la revolución digital. Sin embargo, para poder disfrutar de sus beneficios en plenitud tuvimos que esperar la llegada de soluciones como Waze o Google Maps. Conocer el camino ya no era suficiente, ahora podíamos saber el estado de la ruta y del tránsito, anticipar contratiempos y evitar atascos. La conectividad fue la que permitió este notable salto en la calidad de la información y -por ende- en nuestra calidad de vida.
La conectividad es una clara limitante para la expansión de la revolución digital del agro en Argentina. Según una reciente encuesta realizada por el Departamento de Agricultura de Precisión del INTA Manfredi sólo un 29% de los encuestados calificó como buena su calidad de conexión a la internet. Personalmente considero que esta afirmación puede ser desafiada pues muchos establecimientos agropecuarios tienen la conexión a internet limitada exclusivamente al casco mientras que en el resto de la superficie del campo la conexión es prácticamente nula. Según un estudio del Ing. Agr. Néstor Di Bella presentado en “A todo trigo” este año la cobertura 4G sólo cubre un 10% de la superficie agropecuaria de la Pampa Húmeda.
El pujante ecosistema AgTech lidia con esta limitación desarrollando herramientas que permiten obtener los datos y archivarlos en su memoria hasta encontrar la ansiada conectividad, recién a partir de allí podemos disponer y utilizar la información. Lamentablemente, bajo ese mecanismo, muchas veces la información que recibimos sólo sirve como autopsia. Todas las plataformas digitales del mercado operan de esta manera y -a pesar de estas limitaciones- han permitido transformar la agricultura hasta alcanzar los niveles actuales. Sin embargo, siguiendo la metáfora que presentamos al comienzo, recién estamos en la etapa del GPS.
Las limitaciones de conectividad en las zonas rurales son frecuentes aún en los países más desarrollados. Uno de los estudios más completos sobre el impacto de la conectividad en el desarrollo agrícola ha sido el desarrollado por el Departamento de Agricultura de los EE.UU. en el año 2019. Dicho informe señala que 19 millones de personas carecen de conexión de banda ancha en las zonas rurales de los EE. UU. (el estudio no hace estimaciones de superficies sin cobertura que permitan una comparación con las estimaciones de Di Bella).
Este minucioso reporte (que recomiendo leer en profundidad) estima que el impacto potencial de la digitalización de la agricultura extensiva (el estudio también analiza el impacto en la ganadería y en la agricultura intensiva) permitirá un incremento del 12% en la productividad agrícola, una cifra enorme, que representa, sólo para los EE.UU. un impacto de 12 billones de dólares. Según este estudio, un 35% de este monto se explica a partir de la disponibilidad de conectividad de banda ancha. En otras palabras, un tercio de los beneficios de la digitalización del agro dependen de la conectividad. Y ello sin considerar otros beneficios de tremenda importancia como aquellos vinculados con la inclusión y el arraigo.
Muchos productores confían -y esperan- que la internet satelital será una solución para estas limitaciones, sin embargo, de acuerdo con un informe de la Comisión Federal de Comunicaciones de ese país (FCC), la banda ancha satelital puede no ser suficiente para soportar las demandas de la agricultura digital de última generación debido a la imprevisibilidad del servicio causada por alta latencia, limitaciones de capacidad y costos para asegurar grandes volúmenes de flujos de datos, especialmente cuando se requiere información sensible en línea para apoyar las operaciones en el campo que permitan responder rápidamente a las condiciones de mercado. Soluciones desarrolladas a partir de la utilización de redes terrestres posiblemente sean alternativas más eficientes.
En este marco tan acuciante, merece destacarse la iniciativa del Consejo Agroindustrial Argentino que organizó el pasado 13 de octubre el primer Encuentro Federal orientado a generar conciencia sobre este tema tan crítico al futuro del sector. La conectividad rural es imprescindible para que la revolución digital del agro pueda manifestarse en todo su potencial. Estoy convencido que su desarrollo tendrá un impacto transformador de una magnitud y un impacto similar a la que tuvo la electrificación rural en su momento.
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