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Cuando en la zona núcleo ya se acumulaban tres campañas Niñas consecutivas, desde el oeste, más precisamente en Carlos Casares, se veía que las napas freáticas habían bajado y se comenzaban a secar lagunas permanentes. Entonces, algunos productores, previendo un panorama duro para el futuro cercano, buscaron alternativa para seguir produciendo lo mejor posible.
“Para colmo junto con ese proceso hubo un aumento exagerado de precio de los fertilizantes y los productores comenzaron a verme como un psicólogo más que de agrónomo y algunos me decían: frente a esto que hago ¿si siembro y no fertilizo? No, les decía, sin fertilizar no siembres”, cuenta el Ing. Agr. Carlos Bernardi, productor y asesor en la zona de Carlos Casares, cabecera del partido homónimo, ubicada sobre la Ruta 5.
Completando la idea, Berardi explica que los nutrientes le dan al cultivo una mejor protección ante todas estas inclemencias. Y entonces comencé a probar otras opciones con aplicaciones balanceadas de nutrientes en partículas nano, productos biológicos y algunos orgánicos, ensayando con alguna franja de cultivo y cuando vi que había respuesta, repliqué lo mismo en extensiones grandes”.
Otros recursos
Al hacer los presupuestos con una urea de 1300 dólares, un MAP de 1500 dólares y los alquileres que pasaron de 12 y 14 qq/ha a 16 qq/ha y 18 qq/ha (de soja), el productor comenzó a ensayar otras alternativas en un lote 90 ha que dividió en dos superficies iguales de 45 ha cada una. Una mitad la manejó en forma convencional con 80 kg/ha de MAP y 150 kg/ha de urea, y a su vez destinó una parte a trigo y otra a cebada.
“En la otra parte del lote trabajó con medias dosis, es decir 40 kg/ha de MAP y 80 kg/ha de urea, combinadas con un protocolo que comienza con un análisis de suelo y el consiguiente diagnóstico de pH que tiene muchísimo que ver con, por ejemplo, la disponibilidad de fósforo que puede estar en muy bajas cantidades, pero es necesario evaluar el fósforo total, el que no se encuentra disponible para las plantas por una cuestión de pH” señala Bernardi.
Y también analizó materia orgánica, nitrógeno, capacidad de intercambio catiónico y en general los macro y micronutrientes como Calcio, Cinc Magnesio, Boro, y Azufre y observó los valores absolutos y los valores relativos, por ejemplo la presencia de Calcio en relación a la de Nitrógeno.
Otra clave es que le pone énfasis en el tratamiento de la semilla que lleva toda la genética, para el desarrollo de una buena planta, y que den muy buenos frutos, sean estos, espigas otra cosa. Y para lograr su mejor expresión, agregó a los inoculantes comunes que se usan en soja como el Bradyrizobium, promotores como las bacterias Azospirilum, Pseudomona, hormonas de crecimiento, auxinas y vivificantes.
“Todo ello representa un costo bajo en relación a la nutrición de la futura planta porque puede equivaler a la aplicación de unos 20 kg de urea”, dice Bernardi que además observa las necesidades del cultivo de manera particular de acuerdo al ambiente y según su estado fenológico le suministra algún nutriente necesario en ese momento hasta llegar a la fase reproductiva.
Por eso afirma que no se trata de una receta con dosificación definida de nutrientes sino que se basa en el análisis de suelo y en la situación del ambiente, que si viene seco se puede recurrir a la aplicación de nitrógeno azufre y cinc, pero aclara “sin propiciar la multiplicación celular si luego no se dispondrá de agua para llevar esos nutrientes a la parte de frutos”.
Un gránulo de urea cada 4 plantas
“Comencé a aplicar estas herramientas para ver si podía bajar costos o bien hacer más eficiente el uso de los nutrientes por parte de la planta. Fertilizar con urea por más que la incorporemos al suelo, y peor en un trigo o cebada, que es necesario hacerlo al voleo y esa práctica en un contexto de sequía con sol y viento difícilmente conduzca al éxito”.
Por ejemplo, de 100 kg de urea tal vez se puedan aprovechar 12 kg, que si se los divide 10.000 metros cuadrados en cada hectárea, y dividido por las 250 plantas que puede haber en un metro cuadrado, en estado vegetativo al macollaje, es como tener 0,0048 g de urea por planta, o una perlita de urea cada 4 plantas”, señala.
Por ello es que Bernardi se pregunta si no es mejor aplicar las nanopartículas (la milésima parte de un micrón que a su vez es la milésima parte de 1 mm) considerando que son unas 35 a 50 nanopartículas las que pueden ingresar a la planta por un estoma. “De manera que se esta suministrando todo el nutriente en la planta de manera más eficiente”, concluye.
Son dispersiones que aplican con pulverizadora que debe contar con buena agitación permanente en el tanque y con 100 a 200 litros de agua /ha, cuando la planta va a presentar el primer macollo en el caso de trigo o cebada o cuando tiene dos hojitas en soja o maíz se hace una aplicación con azufre, cobalto y molibdeno para promover el crecimiento vegetativo del cultivo.
Luego en estado vegetativo más avanzado cuando se aplica un hormonal como el 2,4 D, se agrega un concentrado en base a algas que trabaja bien mezclado con fitosanitarios, en el depósito de la pulverizadora. Estos concentrados son líquidos con un 16 % de nitrógeno, 6% de fósforo y 6 de potasio con trazas de varios elementos. A todo ello se suman ácidos fúlvico y húmico y auxinas que serán promotores del desarrollo celular.
Para promover el crecimiento de los frutos como el cogollo del maíz, y la espigazón en el trigo y en la cebada, y para la promoción de brotes de flores en la soja donde se aplican los concentrados entre r1 y r3, en maíz cuando esta granado y tiene que llenar el grano. Se hace con avión a razón de 3 litros/ha.
Los cultivos en las 45 hectáreas se hicieron con 62 mm caídos entre abril y octubre del 2021, y en esas condiciones cebada rindió 4300 kg/ha de promedio, y el trigo casi 3400 kg/ha también de promedio, pero con el manejo siguiendo el protocolo en la cebada se lograron 540 kg/ha más, y en el trigo 350 kg/ha más.
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