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No solo no hay agua en los perfiles de los suelos sino que cambió la dinámica de las napas. Mañana llovería.
Podría decirse que el ingeniero agrónomo Fernando Amuchástegui tiene la piel dura, tan acostumbrado que está a los ciclones económicos. Pero hace desde tres años, la ilusión y sus sueños en la producción de cultivos de especialidades, comenzaron a devaluarse como el peso. Y la culpa esta vez la tiene el clima.
Amuchástegui es el CEO de Tecnocampo, con base en Monte Cristo, Córdoba, y una de las firmas que titila en la frontera tecnológica.
Esta es la tercera campaña que enfrenta la sequía. Con la rotación de suelos, la planificación de siembras, los cultivos de cobertura y la diversificación geográfica, evita mayores pérdidas.
Eso sí, disminuyó el área destinada a garbanzo algo que pasó en toda la provincia de Córdoba que descendió de 80.000 hectáreas a 12.000. Y la misma Tecnocampo que trabajaba en total 53.000 hectáreas redujo a 30.000, precisamente para disminuir riesgos.
En los últimos días sufren el combo de sequía y temperaturas extremadamente altas. “Los suelos están secos, casi no hay agua en los perfiles. Igual tomamos una decisión empresaria más que técnica: sembrar la soja a fines de noviembre. No se puede parar, han aumentado los costos y bajan los rindes de los cultivos, los márgenes de las explotaciones están muy justos y soy consciente que a medida que se atrasa la siembra, el volumen disminuye”, le dice a Clarín.
Un informe que circula entre exportadores sostiene que el 93% del área sembrada de soja en Córdoba, se encuentra en condiciones de sequía. El 47%, en sequía excepcional.
De allí que muchos aventuren que esta seca es la peor desde 2009. “La sequía genera incertidumbre productiva”, sintetiza el experto Pablo Adreani .
A nivel país, Ramiro Costa, de la Bolsa de Cereales amplía: “Este déficit provocó una baja en los rendimientos de trigo y cebada. La falta de humedad redujo en 200.000 hectáreas la proyección de siembra de maíz y generó demoras lo mismo que en la soja, lo que baja el potencial de rinde. Y respecto al girasol, hay bajas en las expectativas de rinde en Santa Fe y Entre Ríos por la combinación de las heladas tardías de noviembre y la falta de lluvias abundantes”.
Por cierto, la sequía no solo trae desdichas a los productores. A nivel Gobierno implica una pérdida miles de millones de dólares. Y cuando la cosecha no acompaña, llega el desánimo a todo el interior.
Lo saben los fabricantes de maquinaria agrícola que aseguran que pese al aumento de 70% de ventas en el tercer trimestre del año, la demanda aflojó.
De acuerdo con Pablo Mércuri, director del Centro de Recursos Naturales del Inta Castelar, que tiene bajo su órbita al Instituto de Clima, la situación es grave, por un estrés hídrico que no solo implica falta de agua en los perfiles. También, una dinámica distinta en las napas.
“Las precipitaciones son escasas, irregulares. Mejoró algo en el Centro Sur y Centro Oeste de la Provincia de Buenos Aires, el Norte de La Pampa y el Sur Oeste de Córdoba. La situación de la zona núcleo ( norte de Buenos Aires, sur de Santa Fe, este de Córdoba y el oeste de Entre Ríos) es crítica”, asegura a este diario.
Mércuri resalta la adaptación de los productores al cambio climático que adoptaron variedades de siembra tardía ante primaveras que se volvieron secas. Como la radiación solar disminuye a medida que se acerca el otoño, los rindes de esas variedades son menores. Claro que es al menos una alternativa.
El Instituto de Clima del Inta goza de prestigio y consulta mundial, lleva cerca de 70 años de experiencia en la toma de datos meteorológicos, con un sistema de redes de radares y sensores remotos, además del trabajo de campo de los extensionistas.
Mércuri nos deja dos datos alentadores. Desde mañana vendrían lluvias y se prevé que la Niña, como se llama a este fenómeno de sequía, reduzca su intensidad en enero. Para algunos puede ser demasiado tarde.
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