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¿Qué tiene que ver el prócer argentino con el concepto de agronegocios en nuestro país?
Antes que nada, hay que recordar que más que abogado, Belgrano era economista. “Confieso -escribe en su autobiografía- que mi aplicación no contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como al estudio de la economía política…” Se inició en los principios de la ciencia económica, estudiando en la Universidad de Salamanca. Luego, pasó a Valladolid para terminar la carrera de leyes.
Los profesores de Salamanca, todos ellos ortodoxos doctores católicos, especialmente atentos a la propiedad privada, el precio de mercado y la libertad de iniciativa, sentaron las bases de la ciencia económica moderna y ejercieron una fuerte influencia en el pensamiento de Belgrano.
Merced a una licencia papal, accedió a Montesquieu y Rousseau, incorporando así nuevos horizontes a su cultura. Estudió a Campomanes y a Jovellanos. Ambos colaboraron en las reformas progresistas de Carlos lIl, propiciando la capacitación rural, entre otras actividades.
También había leído dos autores italianos: Galiani y Genovesi. De ellos, Belgrano tomó el concepto de que el precio de un producto no está determinado por el costo. Luego no es el gobierno el que fija los precios sino la gente la que decide qué es lo que quiere y qué está dispuesta a pagar.
Especializado en Economía Política, en 1793, por Real Cédula se creó el Consulado de Buenos Aires para el que fue nombrado Secretario Perpetuo.
En sus escritos económicos, y en las propuestas como secretario del Consulado y en el Correo de Comercio, periódico que dirigió junto a intelectuales como Vieytes, Cerviño y Castelli, se abocó a la difusión de la libertad de comercio. En tanto que en la Hispanoamérica colonial predominaban los estudios de teología y derecho, los planes de Belgrano se dirigieron a fundar una escuela de agricultura, de matemática, y de náutica. Ello importaba una verdadera revolución intelectual, en un mundo donde la monarquía ejercía un poder absoluto. Eran tiempos de Carlos IV.
Desde el Consulado, desplegó sus conocimientos en beneficio del Virreinato. El ejercicio de su cargo chocó con una realidad cultural contraria a las ideas que impulsaba, por la dificultad de romper con el monopolio comercial que detentaba la Metrópoli y con sus copartícipes locales.
Su primer trabajo económico en Buenos Aires se titulaba “Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y el comercio en un país agricultor”.
Una de sus preocupaciones fue el monopolio comercial. Junto a Mariano Moreno, con su “Representación de los Hacendados“, luchó para abrir el comercio en el Rio de la Plata.
Afirmaba que “el comercio es el cambio de lo sobrante por lo necesario”, agregando el pensamiento fisiocrático: “Dése plena libertad al comercio interior y exterior, que consiste en la libre concurrencia”. Al hablar de la agricultura, lo hacía sin desligarla de la industria y el comercio. A lo largo de sus escritos, resaltaba la interconexión entre la agricultura, la industria y el comercio.
Mantenía una concepción de procesos, a lo largo de la agricultura, la industria y el comercio. Se trata de una visión precursora respecto al agregado de valor. Afirmaba que en lugar de cueros había que exportar zapatos.
Vale preguntarse de dónde viene su pensamiento económico y la visión de interdependencia de estas tres actividades. Escribía: “La agricultura es la madre fecunda que proporciona todas las materias primas que dan movimiento a la industria, las labores artesanales y al comercio” Y para ser más preciso decía: “Los frutos de la tierra sin la industria no tendrán valor; si la agricultura se descuida, los conductos del comercio quedarán atajados” De sus trabajos, se deduce cuán clara era su percepción de la cadena de valor, aunque no lo expresara de esta forma. Remarcaba la importancia de la agricultura y sumaba a los productos primarios, la acción de la industria que añade riqueza; y ponderaba el comercio donde las transacciones agregan valor.
Esta concepción es central, aunque todavía sea por muchos ignorada. Tal es el caso de los hacedores de política económica. Los gobiernos populistas suelen entender la actividad agrícola como una etapa diferenciada del resto de las actividades económicas.
Es increíble. Todavía hoy se separa a los sistemas agroalimentarios en sectores primario, industrial y de insumos o servicios. Belgrano tenía una visión precursora, alrededor de productos únicos, tan útil para resolver determinados debates que dificultan el desarrollo, como la antinomia campo versus industria, o la lucha entre productores y consumidores.
Por ello, no se valora realmente la importancia de la agricultura como generadora de riqueza, tanto aguas arriba como abajo y se sigue la idea de que la exportación es solo la venta del remanente.
Como me dijo hace poco Ray Golberg (Universidad de Harvard), nuestro país sería el líder mundial en agronegocios si las políticas no fuesen tan negativas.
Por Manuel Alvarado Ledesma, economista.
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