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No voy a mencionar a ningún prócer del pasado por mucho que coincidan sus enseñanzas y consejos con la actual problemática. Es probable que cuando emitieron sus opiniones no pensaron en ninguna ideología, simplemente entendieron lo que era necesario y con el paso del tiempo, los políticos, los fueron encasillando en la más conveniente.
La desazón con que miramos los sucesos que ocurren en el Congreso no tiene límite. En la crisis política y económica que atravesamos los ciudadanos no hay espacio para exponer discursos doctrinarios y retrógrados. Solamente queremos propuestas para salir de este chiquero al que nos trajeron, con políticas principalmente cobardes. Nadie se anima a poner los límites a la naturaleza humana, que sin ellos no formamos una sociedad.
Los limites no quitan derechos, solamente marcan el comienzo de los derechos ajenos y así posibilitan la convivencia, pero debe haber una autoridad que establezca y sostenga las reglas, y es lo que en los últimos años no tuvimos. Gobiernos permisivos y corruptos relajan las reglas para beneficiar a sus amigos y testaferros. La anomia es el peor enemigo de la sociedad, va destruyendo lentamente los valores, la moral, la educación y la sana ambición de mejorar. A cambio del esfuerzo personal, ofrecen dádivas que terminan esclavizando a los que primeramente embrutecieron.
Mirar y ver lo que está ocurriendo en el Congreso, a los del interior y muchos otros, nos da bronca y vergüenza. Las elecciones fueron ganadas por Milei con el 56 por ciento de los votos, y con una propuesta explícita de cambiar el confuso rumbo de la economía, apelando al orden y respeto por las instituciones y las leyes. Los que se oponen a esto son los que quieren mantener privilegios sin que nada les importe del bien general.
En ninguna de las exposiciones hablan de la postergación que padecen las provincias que aportan el 70 por ciento de los dólares que en su mayoría son mal asignados. Necesitamos con urgencia obras de infraestructura para llevar adelante la producción a costos razonables; que se desarmen los embudos de la comercialización con rutas que convergen en lugares que solo favorecen a los exportadores; y la apertura de salidas directas del país hacia Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, con las ventajas competitivas que significan, que además de promover desarrollos locales, darían estímulo a la descentralización porteña.
La Argentina necesita inversiones, sin las cuales no hay desarrollo y para lograrlas hay que dar los incentivos para hacerla atractiva. Derogar la ley de tierras, modificar las leyes laborales, tener reglamentada una ley de semillas, incentivos impositivos a las inversiones, desterrar para siempre las retenciones a las exportaciones, etc. Son algunas de las cosas que pondrían en marcha una maquinaria inmensa.
¿Cómo es posible que, con la contundencia del triunfo Libertario, no se puedan imponer estas ideas? ¿Cuántos son los que se manifiestan? Representan el 2 por ciento del padrón, pero asociados a los intereses prebendarios de casi todos los partidos en el congreso, logran sostener sus privilegios.
Señores legisladores, esta es la oportunidad de cambiar para siempre, no dejen que el terror a las hordas los paralice y miren hacia el interior, porque ahí está la solución.
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