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El país rival de la Selección en cuartos del Mundial nos lleva ventaja en el manejo, no de la pelota, sino del agua.
Tratemos de que la agenda de la semana no deje de lado lo importante. Ayer se conoció el veredicto, y el viernes se juega el pase a semifinales. Pero en el campo hay otra vigilia: la del agua. La sombra doliente de la sequía ya hizo estragos, y extiende su amenaza con la ola de calor de esta semana clave.
Ya se perdió la mitad del trigo y de la cebada. Los rendimientos de lo que se va cosechando son paupérrimos. A medida que las máquinas avanzan hacia el sur, los promedios irán mejorando, aunque la tendencia no se revertirá. La falta de agua nos costó 11 millones de toneladas de trigo, unos 3.500 millones de dólares. El plan Massa 2 intenta compensar esta pérdida rascando el fondo de la olla. En la primera semana de vigencia logró que le vendieran mil millones de dólares, a partir de la liquidación de casi 2 millones de toneladas de productos del complejo soja. Ya lo dijimos: operar sobre los stocks, sin tener en cuenta el flujo. Vamos a profundizar en esto.
Los perfiles están secos, las lluvias de la semana pasada permitieron reiniciar la siembra de “la gruesa”, muy retrasada respecto de lo normal. Cada día que pasa se pierden 40 kg de soja por hectárea en potencial de rendimiento. Este año prácticamente no hay soja de primera, ni mucho menos maíz, donde los cultivos que se lograron implantar están sufriendo y piden agua a gritos. Estamos caminando por la cornisa. Esperemos que llueva.
Esperemos que llueva. ¿Es todo lo que podemos hacer?
Sí, la campaña está jugada. Igual, quiero volver a lo del juego del stock y el flujo. Hemos dicho que el Gobierno opera sobre los stocks, manoteando lo que puede y apelando a la alquimia del “dólar soja”, que tantos dolores de cabeza ocasiona a otros sectores del agro. Tamberos, polleros, feedlots. Pero también genera un caos en la fijación de los precios de los alquileres, lo que lleva a nuevos experimentos de política económica. Hablemos del flujo, ahora que entramos en un año electoral. Hace falta una nueva plataforma, para el que venga.
Hay herramientas para combatir la sequía que no hemos utilizado. Ya hemos hablado mucho de la generación HB4, tanto para trigo como para soja. Pronto cortarán amarras.
Y también hablamos bastante de aquello de “ni una sola gota de agua al mar”, tomando la sentencia del ingeniero Anibal Colombo, un “fabricante de tierras” que dedicó su vida profesional al saneamiento de campos y creación de infraestructura para riego y drenaje. El año pasado dictó una conferencia memorable en el Centro Argentino de Ingenieros, presidido por Pablo Bereciartúa, un profesional de primer nivel que conoce desde adentro lo que hicieron los Países Bajos cuando decidieron dejar de inundarse, primero, y luego ganarle cientos de miles de hectáreas al mar. Hoy con sus polders son los mayores productores agrícolas de Europa, en valor, y derraman su tecnología por todo el mundo.
La idea de Colombo es que tenemos ríos de tremendo caudal, que permitirían abastecer de agua de riego a varias “pampas húmedas”. En particular, el Paraná, que se saliniza irremediablemente al llegar al mar. Mientras tanto, sus sedimentos dan lugar a un delta maravilloso que permanece prácticamente intocable por la visión de los “humedales”. No le estoy quitando valor a la biodiversidad y otros servicios ecosistémicos de las islas del Paraná. Solo que hay que poner las cosas en su lugar, pero esta es una cuestión menor al lado del tema del desaprovechamiento del agua útil. Colombo combina la idea del riego con las obras de retención y drenaje. Como planteaba Florentino Ameghino hace 150 años.
Pensar en el aprovechamiento del agua del Paraná no es ningún delirio. En Egipto, donde hace una semana terminó la COP27, están llevando agua de la represa de Asuan unos 300 km al oeste, para generar un racimo imponente de círculos verdes que se ven desde el Google Earth. En Arabia Saudita tienen 25 mil pivotes, instalados a fuerza de petrodólares, que se encontraron de pronto con las napas secas. No tienen de donde sacar agua.
Acá ni la bajante del año pasado significó una merma del “potencial agua” de uno de los ríos más caudalosos del mundo.
La UCAR, un organismo del Estado, dependiente de la secretaría de Agricultura, hizo profundos estudios sobre las posibilidades de riego en la Argentina. Puso foco en la demanda de las provincias. Bajo la conducción de Jorge Neme, un funcionario que atravesó varios gobiernos (y hoy es funcionario de Agricultura) se canalizaron créditos del BID y la CAF para reconstruir infraestructura de riego en distintas provincias. Estaba también la idea de mandar agua de los grandes ríos al interior.
Hace un par de años, en las páginas de Clarín Rural hablamos del proyecto Olmos, en Perú, donde dieron vuelta un río que aportaba al Amazonas, para llevar agua hacia el Pacífico. Riego en el desierto tropical. Lo manejaba un ingeniero argentino (https://www.clarin.com/rural/magia-agua-peru-convierte-desierto-oasis_0_v3FMVAvB-.html). Se crearon 3 mil empleos estables, sin hablar de la gente ocupada en la construcción.
El agro transfirió 200 mil millones de dólares al Estado, por retenciones y brecha cambiaria. Con el 10% de esa cifra se podrían colocar pivotes y otros sistemas de riego para 10 millones de hectáreas. Son 50 millones de toneladas extra, por año. A los precios promedio de hoy, 20 mil millones de dólares extra, que el mundo absorbería fácilmente (Brasil incrementó en 100 millones de toneladas su producción en los últimos 15 años).
Podríamos empezar. Después del mundial, en todo caso.
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