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Más allá del Mundial de Qatar, siguen pasando cosas importantes sobre la sustentabilidad ambiental vinculadas al agro.
Sabés que soy optimista serial, así que hoy ganamos. Dicho esto, voy a la noticia de la semana. Que aparentemente tiene escasa relevancia para el agro. Pero vas a ver, una vez más, que todo tiene que ver con todo.
La noticia es que Pampa Energía, la empresa conducida por Marcelo Mindlin, compró el Parque Eólico Arauco II, en la provincia de La Rioja. Genera 100 MW. Pagó 170 millones de dólares. Con esta adquisición, que se suman a los 81 MW en construcción, Pampa alcanzará un total de 387 MW de energía renovable. La compañía ya posee el Parque Eólico Mario Cebreiro, que aporta 100 MW de energía renovable al sistema interconectado nacional, los Parques Eólicos Pampa Energía II y III ambos de 53 MW, ubicados en Bahía Blanca y Coronel Rosales.
Está muy bueno este avance de las renovables. Conviene recordar que el aporte de esas fuentes solo explica el 17,4% del total de la generación eléctrica. Mientras Uruguay, ejemplo mundial, ya va por el 95%. En otras palabras, nuestra matriz sigue siendo eminentemente “sucia”. Además de insuficiente, como se puso de manifiesto una vez más en estos días, donde muchos cruzamos los dedos para que no nos agarre un apagón durante el partido. Y también está estresado el sistema de transporte eléctrico, donde el propio Mindlin está involucrado, al poseer el 85% de Transener.
Así que hay dos cuestiones: el sistema eléctrico estresado, y una matriz altamente dependiente de fuentes fósiles. Este telón de fondo no parece compatible con la visión “políticamente correcta” de la movilidad eléctrica. Que subyuga a la mayor parte de los hacedores de políticas, acicateadas por las organizaciones ambientalistas. El espectacular éxito de Elon Musk con sus Tesla, que de la noche a la mañana se convirtió en la automotriz de mayor valor bursátil, hace muy difícil salirle al cruce en el debate conceptual.
No hay ninguna duda de los beneficios del auto eléctrico, eficiente, silencioso y no contaminante en los ámbitos donde circula. Esto es muy importante también en materia de salud pública. Pero hay que ver toda la película. Si primero no se modifica la matriz de generación, lo que sale hoy por los caños de escape, saldrá por las chimeneas de las usinas.
Hasta hace unos meses, la política oficial en la materia apuntaba fuertemente a la movilidad eléctrica. Se la vincula con la gran promesa del litio, elemento clave para las baterías. La seducción por integrar la cadena del litio con la industria automotriz del futuro tentó a algunos funcionarios. También se habló del hidrógeno verde, pariente cercano del auto sin emisiones de gases de efecto invernadero.
La “tentación del bien” tuvo una consecuencia que afectó al agro con una doble pinza. El Gobierno desatendió la alternativa de los biocombustibles, impulsando una ley (el año pasado) que provocó una reducción del uso de biodiesel, con el argumento (mentiroso) de que en el mundo se los estaba abandonando. Consecuencia: menos demanda para los productos del agro, y rápidamente, escasez de gasoil. Tan grave como ello fue dar marcha atrás con la mayor contribución ambiental que había concretado el país, con la política de corte de los combustibles fósiles con biodiesel y etanol.
La enseñanza de la crisis del gasoil, el otoño pasado, remarca los beneficios de contar con una sólida estructura de producción de biocombustibles. Hay cosas que se conocen menos. Por ejemplo, que las dos fábricas nacionales de cosechadoras utilizan motores Scania, homologados para B100 (100% Biodiesel). Los técnicos de la empresa dicen que pueden andar con cualquier corte, aunque las mejores prestaciones se obtienen con el bio puro.
Lo mismo sucede con el etanol. Desde el gobierno de Córdoba se impulsa la idea de homogeneizar la política de combustibles argentina con la de Brasil. De hecho, los autos que se fabrican en la Argentina para el mercado brasileño van dotados de la tecnología flex, que no es más que un analizador de gases vinculado al sistema de inyección. La mayor parte de las automotrices quiere esta integración.
Hay otros beneficios, más allá de lo que significaría para el agro. No sería necesario construir nueva infraestructura: serviría todo el sistema actual de estaciones de servicio. Un tema que preocupa en los Estados Unidos, donde el cuello de botella para la movilidad eléctrica es el déficit de centros de recarga y el tiempo requerido para ella.
Viene un año electoral. Sería bueno que estas cuestiones formen parte del debate. Allí estaremos…
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