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Semblanza de un impulsor clave de la soja en la Argentina. Una historia en la que crisis y oportunidad se combinaron como pocas veces.
En 1989 se vivían tiempos difíciles en la Argentina. Un país azotado por la hiperinflación invita a muchas compañías a dejar el país, entre ellas la semillera norteamericana Asgrow. Una empresa que había aterrizado en estas pampas a principios de los ´70 apostando al potencial de estas tierras y que gracias a una genética innovadora se convirtió rápidamente en una marca icónica para aquellos productores argentinos que comenzaban a experimentar con un cultivo novedoso hasta ese entonces: la soja.
Francisco Firpo se había ecibido de ingeniero agrónomo en la UBA a mediados de los ´70 y después de una exitosa experiencia en la empresa familiar, se incorpora en 1986 a Nidera, una empresa fundada en los Países Bajos en 1920 y focalizada -hasta ese momento- en la comercialización de granos. Apenas un año después comienza a marcar su impronta ideando un concepto revolucionario: los primeros planes canje.
El “gancho” para los productores era una oferta integral combinando combustible de Esso, agroquímicos de Monsanto y semillas de soja de Asgrow. Aquella fue la primera interacción entre Francisco y la que sería su gran pasión: el negocio de las semillas, dato curioso para alguien que había hecho su especialización en Zootecnia.
Enterado de la decisión de Asgrow de dejar el país se focaliza en lograr un acuerdo de licenciamiento con aquella, objetivo que consigue -prácticamente- en la escalera del avión. Hoy, visto a la distancia sorprende la visión de Francisco y su capacidad de seducir a los dueños de Nidera por apostar a un negocio completamente desconocido en un entorno particularmente turbulento. Una decisión que -además de estratégica- fue particularmente oportuna: Francisco se anticipó a Monsanto, nada menos, que unos pocos años más tarde se apropiaría de Asgrow. Pocas veces el concepto de crisis y oportunidad estuvieron tan vinculados.
Aquel acuerdo de licenciamiento firmado entre gallos y medianoche fue el nacimiento de la división semillas de Nidera. Dentro del equipo de Asgrow en Argentina ya se destacaba un joven mejorador llamado Rodolfo Rossi, compañero de facultad de Francisco. Nació allí un verdadero “dream team” que permitió explotar todo el potencial de la genética licenciada adaptándola a las particulares necesidades de los productores argentinos. Comienza allí la epopeya que se convertiría en una marca icónica del agro: Nidera Semillas.
Francisco fue uno de los primeros en dimensionar el potencial de una disrupción tecnológica que revolucionaría la agricultura: la soja resistente a glifosato. Cuando en 1996 Felipe Sola, en aquel momento secretario de Agricultura, Pesca y Alimentación, aprobó la comercialización en la Argentina de la soja resistente a glifosato, Nidera Semillas hacía ya años que venía desarrollando variedades con esta tecnología y fue capaz de aprovechar al máximo aquella oportunidad histórica. Recuerdo que el propósito de mis primeras reuniones -de las muchas que tuve con Francisco- como funcionario de Monsanto recién llegado de los Estados Unidos, era convencerlo del potencial de esta tecnología. No fue necesario: estaba frente a un verdadero visionario. Seguramente muchos productores recuerdan todavía haber pagado 1 USD/kilo el kilo de semilla de soja Nidera RR. La visión de Francisco fue instrumental para permitir la impresionante expansión de la soja transgénica en Argentina en una magnitud que nos sorprendió a todos y que le permitió capturar el valor de esta tecnología de una manera superior a la lograda, inclusive, por su inventor, Monsanto.
Con este impulso Nidera Semillas comenzó su historia de grandes éxitos. En maíz apostó a los híbridos simples dentados en un mercado que estaba dominado por híbridos dobles Flint. En trigo, la incorporación del germoplasma de origen francés representó la mayor contribución productiva desde los trigos mejicanos impulsados por Norman Borlaug en los años 70.
Luchó toda su vida -incansablemente- por el reconocimiento de la propiedad intelectual de las creaciones genéticas. Impulsó la creación de ARPOV en 1990, una asociación civil sin fines de lucro agrupando a las empresas semilleras poniendo en marcha un novedoso mecanismo, la regalía extendida, para intentar lograr un retorno a la inversión en un país donde el uso propio no es regulado. En 1991 se crea el Instituto Nacional de Semillas (INASE) y Francisco se suma como director representando a los obtentores. Su valioso aporte hizo del INASE una institución de reconocido prestigio a nivel nacional e internacional en el tema de la propiedad intelectual de las variedades vegetales.
Profundamente reflexivo, siempre calmo y conciliador, aun en los momentos más difíciles, representó un modelo de liderazgo que admiré profundamente. Nos dejó muy temprano, con sólo 59 años, lleno de ideas y sueños, entre ellos uno que es la gran materia pendiente del agro argentina: una ley de semillas que impulse la investigación y proteja la propiedad intelectual de los investigadores.
Su temprana partida le impidió disfrutar del reconocimiento que hubiera merecido. Aquel acuerdo de licenciamiento firmado en 1989 se convirtió en una de las empresas icónicas del agro mundial y apenas 29 años después de aquel acuerdo Nidera Semillas fue adquirida por el gigante Syngenta por una cifra cercana a los US$1000 millones.
Su figura se agiganta con la perspectiva que nos otorgan los 12 años que han pasado de su partida y lo convierten en uno de los grandes visionarios de la rica historia agroindustrial argentina.
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