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Al basarse en una digitalización absoluta, la forma de producción moderna utiliza menos recursos y menos energía, y resulta menos contaminante.
El agro avanzado, encabezado por EE.UU, se vuelca en masa a la 4ta revolución industrial, que es la digitalización completa de la manufactura y los servicios.
Por eso los productores del Medio Oeste (“farmers”) apuestan a la conectividad, la robótica y los sensores, con el objetivo de crear un sistema agroalimentario superintensivo e hiper integrado.
El resultado es que la actividad agroalimentaria es cada vez más productiva, los rendimientos son cada vez mayores, y las cosechas se realizan con una creciente efectividad, todo ello acompañado de un incesante auge de la productividad.
En términos generales, la agricultura del mundo avanzado pasa de su actual fase de automatización a otra, cualitativamente superior, de completa autonomatización, donde los individuos hacen exclusivamente tareas de supervisión.
En este nuevo periodo autonómico, por ejemplo, la elección de los niveles óptimos de agua y fertilizantes se realizan mediante la inteligencia artificial, y a través de sensores pertenecientes a las redes de Internet de la cosas.
Todo esto dentro de un continuo proceso de miniaturización de los instrumentos agrícolas, obra de la nanotecnología.
Kubota corporation, -una de las principales empresas japonesas de alta tecnología- advierte que el agro avanzado enfrenta la doble necesidad de elevar la productividad y de reducir sistemáticamente la huella carbónica en el Medio Ambiente, como la única forma de disminuir sistemáticamente la emisión de Dióxido de Carbono (Co2), que es la causa fundamental del cambio climático o “Calentamiento de la Atmósfera”.
La compañía japonesa señala que hay una “brecha alimentaria” de 56% entre los alimentos disponibles hoy y los que requerirá una población mundial de más de 10.000 millones de personas en 2050.
Hay que agregar que ese mismo año sería el que tanto EE.UU como China, las dos grandes superpotencias de la época, se han comprometido a lograr la “neutralidad carbónica” , que es la compensación prácticamente absoluta que deben realizar entre el Co2 que emiten y el dióxido de carbono que absorben y destruyen.
Esto implica que el resultado neto de su actividad productiva dejaría de ocasionar daño alguno a la atmósfera en los próximos 30 años.
El instrumento principal que tiene el mundo avanzado para terminar con la emisión de dióxido de carbono no consiste en la utilización de determinadas tecnologías, como la energía renovable, o los automóviles eléctricos.
La respuesta en lo esencial está en otro lado: se trata de completar el ciclo de la 4ta revolución industrial, que al basarse en una digitalización absoluta utiliza menos recursos y menos energía, y por lo tanto realiza una producción menos polucionante.
Tanto EEUU como la República Popular son las potencias que encabezan la 4ta revolución industrial, y por lo tanto realizan una producción que es cualitativamente menos contaminante.
Esto ya ha ocurrido en EE.UU a partir de 2008 / 2009, mientras que China alcanzaría esta misma pauta histórica en 2035.
Se estima que 23% de la emisión total de Dióxido de Carbono (Co2) corresponde a la producción agroalimentaria. Esto significa que la tarea de las próximas 3 décadas es lograr un salto de productividad agrícola y al mismo tiempo terminar con la emisión de Dióxido de Carbono originado por esa actividad.
La forma de hacerlo no es mediante un aumento cada vez mayor de la inversión de capital (intensificación), sino minimizando el uso de los recursos, tierra y agua en primer lugar, sustituyendo todo insumo potencialmente polucionante (fertilizantes químicos) por componentes biológicos que respeten el ciclo de la vida, y cuya prioridad sea la auto conservación de la naturaleza, con un criterio constante de ampliación de la biodiversidad.
Es una empresa que requiere un salto cualitativo en la producción, que por su envergadura tiene ante todo un contenido cultural, fundado en el conocimiento biotecnológico de avanzada.
En el fondo, se trata de enfrentar el desafío de transformar a las necesidades sociales y ambientales de la agricultura más avanzada en nuevas y altamente rentables oportunidades de negocios utilizando el criterio de los grandes cambios históricos que consiste en transformar la necesidad en virtud.
La cuestión que está a la vista, el núcleo de lo que viene, consiste en promover una agricultura que vaya más allá de los superintensivo , y que sea capaz de convertirse en un nuevo escalón histórico de la actividad agroalimentaria, propio de una civilización distinta.
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