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En 4 décadas, la Segunda Revolución de las Pampas incorporó tecnologías que mejoraron la productividad y el cuidado del ambiente.
El martes próximo arranca Expoagro. Con esta edición se cumplen cuarenta años desde la tan recordada Expodinámica de La Laura, en Chacabuco, que inauguró la era de las muestras a campo, exhibiendo la tecnología en acción. A la manera del Farm Progress Show del Medio Oeste norteamericano, del que se inspiró. Expoagro la pasó por arriba, en superficie, cantidad de visitantes, presencia de empresas (este año, un récord con más de 600 stands), infraestructura y organización. En un año muy especial, signado por una catástrofe climática y una gigantesca crisis económica.
Pero allí estamos. Porque de los laberintos se sale por arriba. Y arriba se llama tecnología. Si la Argentina no saltó en mil pedazos, con los dislates de la política económica, es porque aquí hubo una imponente revolución tecnológica. Y estos eventos se constituyeron en una de las palancas clave de la Segunda Revolución de las Pampas. Allí se lanzaron los grandes hitos tecnológicos que permitieron el cambio fenomenal de la agricultura argentina.
Recuerdo que en La Laura el evento principal era la pasada de los arados de reja, con tractores echando los bofes con bocanadas de humo. Pero en poco tiempo el arado desapareció de la escena. Y en su caída arrastró a los cinceles, los cultivadores de campo, las rastras de discos y de dientes, los vibrocultivadores, los rabastos, los escardillos… Esta parafernalia destructora de suelos fue dejando su lugar a la siembra directa. Los chacareros se convencieron rápidamente de que era posible eliminar el laboreo y sustituir el control mecánico de malezas por el control químico. Enorme ahorro de energía, freno a la dramática erosión de los suelos provocada por los implementos tradicionales.
Y llegó la biotecnología. Hoy todos los alimentos que se consumen en el mundo provienen de productos básicos que han incorporado los Organismos Genéticamente Modificados (transgénicos). Hasta el trigo: mucho antes de que se liberara el evento HB4, prácticamente toda la harina de trigo argentina se enriquece en proteína con harina de soja, que fue el primer cultivo en incorporar un transgén. Fue el de tolerancia al herbicida glifosato, lo que permitió triplicar la producción entre 1996 (año de lanzamiento, precisamente en Expoagro) y 2010.
Toda la proteína animal que se produce y consume en el mundo se basa en maíz y harina de soja transgénicos. La transición dietética que se desató en los países asiáticos no hubiera podido sostenerse sin el crecimiento de estos dos productos básicos, que hoy continúan su expansión. Eventos para un eficiente control de malezas e insectos, bajando costos e incrementando la productividad.
En el mundo se habla ahora de “agricultura regenerativa”. Un concepto abstracto, pero con un regusto amargo. Una especie de caballo de Troya que amenaza todos estos avances que –felizmente—seguimos exhibiendo con orgullo. La verdadera regeneración fue la de la siembra directa, estimulada por la biotecnología. Los chacareros se convencieron rápidamente de que era posible eliminar el laboreo y sustituir el control mecánico de malezas por el control químico. Enorme ahorro de energía, freno a la dramática erosión de los suelos provocada por los implementos tradicionales. Implementos de tortura que siguen pululando en los países “desarrollados”, desde donde viene la teoría de la “regeneración”. La vieja Europa terminó con sus suelos hace 200 años y en los salones de maquinaria agrícola los arados y otros instrumentos de tortura medievales siguen copando la muestra.
Expoagro es el momento de sacar pecho. De pegar un puñetazo en la mesa de la agricultura global. Decirle al mundo que en la Argentina, a pesar de nuestras tribulaciones auto inducidas, encontramos un nuevo rumbo para la agricultura. Que nadie produce tantos kilos por milímetro de agua caída durante el cultivo, que nadie desperdicia menos nutrientes que en estas pampas, que nadie consume menos combustible por tonelada. En síntesis, que mucho antes de que se hablara de emisiones y huella de carbono, aquí ya lo estábamos haciendo.
Es, además, el mensaje que se deben llevar los políticos que desfilarán por la muestra, hoy convencidos de que el agro está del lado de la solución.
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